Otoño
2024
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“Dechado de virtudes” es la primera muestra individual de Alejandra Mizrahi (Tucumán, 1981) en Barcelona y en el Estado español. Mizrahi es una artista de referencia en la experimentación textil, que hace hincapié en dar continuidad a tradiciones textiles de la región del noroeste argentino, ya sean éstas de herencia prehispánica o bien establecidas en el período colonial, las cuales Mizrahi tensiona y somete a relaciones improbables.
Mizrahi ha llevado a cabo un profuso trabajo de documentación en torno de los procesos de la randa, una de las técnicas más antiguas para la elaboración de encajes. La investigación ha llevado a la artista a colaborar a lo largo de más de una década con la comunidad de Randeras de El Cercado, aunadas hoy en día en una cooperativa de trabajo, que sigue tejiendo a su modo este encaje heredado de las damas castellanas –las llamadas “conquistadoras”–, que se asentaron en este territorio quinientos años atrás.
“Dechado de virtudes” parte de un recuerdo de la infancia de Mizrahi en la tienda de telas que regentaba su familia en San Miguel de Tucumán: la artista recuerda la fascinación que entonces sentía por los muestrarios de tela con los bordes recortados en zigzag, en torno a los cuales se reunía su familia para elegir los rollos de tela que vendería la temporada siguiente. Para la artista, los muestrarios expresaban una potencia: entablaban la posibilidad de un diálogo, de una discusión por establecer una continuidad o bien de introducir una ruptura, acaso llegar a un consenso.
Con “Dechado de virtudes” Mizrahi procede a la deconstrucción del principal motivo que ha protagonizado los muestrarios de bordado desde medianos del siglo XIX: las letras del alfabeto. Mizrahi se pregunta por la capacidad de los dechados para desencadenar acción, por lo que la exposición despliega un campo de operaciones en torno a los alfabetos bordados, más que no una aproximación sintáctica o semántica a los signos que los conforman. “Dechado de virtudes” parte del alfabeto para ahondar en la textura de los signos, la trama material que participa de la construcción de mundos.
Roland Barthes ha subrayado que el texto y lo textil comparten una misma raíz etimológica: texto procede del latín, textere, que significa tejer.
Mizrahi ha llevado a cabo un profuso trabajo de documentación en torno de los procesos de la randa, una de las técnicas más antiguas para la elaboración de encajes. La investigación ha llevado a la artista a colaborar a lo largo de más de una década con la comunidad de Randeras de El Cercado, aunadas hoy en día en una cooperativa de trabajo, que sigue tejiendo a su modo este encaje heredado de las damas castellanas –las llamadas “conquistadoras”–, que se asentaron en este territorio quinientos años atrás.
“Dechado de virtudes” parte de un recuerdo de la infancia de Mizrahi en la tienda de telas que regentaba su familia en San Miguel de Tucumán: la artista recuerda la fascinación que entonces sentía por los muestrarios de tela con los bordes recortados en zigzag, en torno a los cuales se reunía su familia para elegir los rollos de tela que vendería la temporada siguiente. Para la artista, los muestrarios expresaban una potencia: entablaban la posibilidad de un diálogo, de una discusión por establecer una continuidad o bien de introducir una ruptura, acaso llegar a un consenso.
Con “Dechado de virtudes” Mizrahi procede a la deconstrucción del principal motivo que ha protagonizado los muestrarios de bordado desde medianos del siglo XIX: las letras del alfabeto. Mizrahi se pregunta por la capacidad de los dechados para desencadenar acción, por lo que la exposición despliega un campo de operaciones en torno a los alfabetos bordados, más que no una aproximación sintáctica o semántica a los signos que los conforman. “Dechado de virtudes” parte del alfabeto para ahondar en la textura de los signos, la trama material que participa de la construcción de mundos.
Roland Barthes ha subrayado que el texto y lo textil comparten una misma raíz etimológica: texto procede del latín, textere, que significa tejer.
Con la expresión “los tejidos son los libros que la colonia no pudo quemar”, las comunidades mayas han reivindicado, asimismo, el trabajo textil como una suerte de superficie que testimonia la memoria precolombina, así como la opresión y la apropiación que el colonialismo practicó a su respecto. La expresión también pone en evidencia que los tejidos han funcionado históricamente como agentes de transmisión de signos, los cuales, sin embargo, solicitan una lectura que se hace “con la yema de los dedos”, según recoge Elvira Espejo Ayca. Lo textil implica, en su dimensión significante, una tensión entre el trabajo que hacen las manos y el que hacen los ojos.
La tensión es un concepto central en el trabajo de Mizrahi. La posibilidad que presentan tanto el texto como lo textil por hacer cosas, por incidir tanto en la formación como la deformación de significados e identidades, se descubre tributaria de una característica que es de índole material: la elasticidad. Sin la tensión, los hilos de la urdimbre no llegarían a entrelazarse con la trama. Sin la tensión, la mano apenas dibujaría los trazos de las letras o procedería a encadenarlas. Sin la tensión, las palabras no llegarían a aunarse con los significados, así como apenas serían posibles los desplazamientos semánticos que sufren las palabras con los cambios de contexto y comunidades de uso.
Mizrahi señala la tensión como una característica física que lo textil comparte con el lenguaje, tratándose de un componente que participa de los procesos de la significación sin que por esto forme parte propiamente de lo simbólico. La aproximación de Mizrahi puede correr pareja a lo que Julia Bryan-Wilson ha llamado la “textura política” del trabajo textil. Según la historiadora del arte, lo textil siempre entra de un modo complejo en lo político, ya que lo textil proporciona antes que nada textura al discurso: lo textil implica mantener las oposiciones en tensión, estiradas, estresadas, acaso hasta su punto de ruptura, más que no diferenciadas en tanto que binarismos fáciles.
“Dechado de virtudes” señala el trabajo textil como una suerte de infraestructura material y simbólica que participa de lo que constituimos como humano. En este sentido, Mizrahi toma el cuerpo humano a la vez que el cuerpo arquitectónico del espacio de arte El Sielo como escalas de referencia que mantener en tensión: “Dechado de virtudes” transforma El Sielo en un lugar intervenido más que en un espacio de exposición.
La tensión es un concepto central en el trabajo de Mizrahi. La posibilidad que presentan tanto el texto como lo textil por hacer cosas, por incidir tanto en la formación como la deformación de significados e identidades, se descubre tributaria de una característica que es de índole material: la elasticidad. Sin la tensión, los hilos de la urdimbre no llegarían a entrelazarse con la trama. Sin la tensión, la mano apenas dibujaría los trazos de las letras o procedería a encadenarlas. Sin la tensión, las palabras no llegarían a aunarse con los significados, así como apenas serían posibles los desplazamientos semánticos que sufren las palabras con los cambios de contexto y comunidades de uso.
Mizrahi señala la tensión como una característica física que lo textil comparte con el lenguaje, tratándose de un componente que participa de los procesos de la significación sin que por esto forme parte propiamente de lo simbólico. La aproximación de Mizrahi puede correr pareja a lo que Julia Bryan-Wilson ha llamado la “textura política” del trabajo textil. Según la historiadora del arte, lo textil siempre entra de un modo complejo en lo político, ya que lo textil proporciona antes que nada textura al discurso: lo textil implica mantener las oposiciones en tensión, estiradas, estresadas, acaso hasta su punto de ruptura, más que no diferenciadas en tanto que binarismos fáciles.
“Dechado de virtudes” señala el trabajo textil como una suerte de infraestructura material y simbólica que participa de lo que constituimos como humano. En este sentido, Mizrahi toma el cuerpo humano a la vez que el cuerpo arquitectónico del espacio de arte El Sielo como escalas de referencia que mantener en tensión: “Dechado de virtudes” transforma El Sielo en un lugar intervenido más que en un espacio de exposición.
* Texto y curaduría: Oriol Fontdevila
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