PRIMAVERA 2024
El sol está llorando. Intenta con sus lágrimas suplir la lluvia que no viene.
El agua que falta y nos hace falta. Por la sequía, por la mala gestión de los recursos.
Florencia Sadir cuenta que donde ella vive, en el norte de Argentina, varias industrias se han situado cerca del cauce del río principal y el agua escasea hace más de una década. Dice la Maldición del Río Seco, una leyenda colonial de esa misma zona, que un mestizo robó el cáliz de la iglesia de San Carlos y lo enterró en el río. El párroco lo maldijo y desde entonces no volvió a llevar agua.
Mudar el rumbo genera un encantamiento en el que se cruzan saberes ancestrales con un pensamiento político y situado. Constituye una ofrenda para intentar restaurar la memoria herida del mundo y salir de la centralidad humana que silencia otras presencias. La serpiente de agua es un principio femenino, que reclama su lugar. Es un pulso de río. Un animal de poder, de transformación y renacimiento. Así lo vemos en su cabeza, con facciones grabadas casi como una escritura no occidental, como las líneas de una trenza. Amable pero oscura. Robusta. Las lágrimas del sol se convierten en bellas gotas de plata enterradas, un mineral inseparable de una historia de explotación y sometimiento. La instalación construye un relato abierto con varios personajes que son formas de vida, cuerpos líquidos que reclaman un equilibrio. Un conjunto de elementos sutiles, que fluctúan entre la abstracción y la ternura. Una ternura que navega como puede por la violencia colonial, la precariedad y la resistencia.
Vamos a escuchar la voz de los ríos, pues ellos hablan.
Seamos agua, en materia y espíritu, en nuestra movilidad y capacidad de mudar el rumbo,
o estaremos perdidos.
El agua que falta y nos hace falta. Por la sequía, por la mala gestión de los recursos.
Florencia Sadir cuenta que donde ella vive, en el norte de Argentina, varias industrias se han situado cerca del cauce del río principal y el agua escasea hace más de una década. Dice la Maldición del Río Seco, una leyenda colonial de esa misma zona, que un mestizo robó el cáliz de la iglesia de San Carlos y lo enterró en el río. El párroco lo maldijo y desde entonces no volvió a llevar agua.
Mudar el rumbo genera un encantamiento en el que se cruzan saberes ancestrales con un pensamiento político y situado. Constituye una ofrenda para intentar restaurar la memoria herida del mundo y salir de la centralidad humana que silencia otras presencias. La serpiente de agua es un principio femenino, que reclama su lugar. Es un pulso de río. Un animal de poder, de transformación y renacimiento. Así lo vemos en su cabeza, con facciones grabadas casi como una escritura no occidental, como las líneas de una trenza. Amable pero oscura. Robusta. Las lágrimas del sol se convierten en bellas gotas de plata enterradas, un mineral inseparable de una historia de explotación y sometimiento. La instalación construye un relato abierto con varios personajes que son formas de vida, cuerpos líquidos que reclaman un equilibrio. Un conjunto de elementos sutiles, que fluctúan entre la abstracción y la ternura. Una ternura que navega como puede por la violencia colonial, la precariedad y la resistencia.
Vamos a escuchar la voz de los ríos, pues ellos hablan.
Seamos agua, en materia y espíritu, en nuestra movilidad y capacidad de mudar el rumbo,
o estaremos perdidos.
Sadir trabaja con temporalidades ligadas a los ciclos naturales, al territorio y a la escucha. Una manera de evitar la línea de progreso de dirección única para volver a un tiempo donde nuestras identidades se funden con aquellas de los demás seres vivos. Un intento de acercarse al futuro ancestral que nos propone el filósofo y activista Ailton Krenak. Su modo de hacer va con el lugar donde reside, en un suelo seco y de escasez. En la ladrillera de San Carlos, de dónde se nutre principalmente su trabajo escultórico, los caballos trabajan el barro haciendo círculos durante horas, para después cocerlo con fuego y dejarlo secar al sol. Serán el aire, el humo y el viento los que acaben el proceso de espera, fuerza y paciencia. Esa “crianza mutua”, en palabras de la artista y tejedora Elvira Espejo Ayca, es fundamental para que todo quede en equilibrio.
Es difícil encontrar dos ladrillos iguales y en ello reside en parte su belleza. En trabajos anteriores, Florencia los ha utilizado para grabar motivos figurativos que representan procedimientos cotidianos: los caballos, los cultivos, las casas, el sol y la luna. Este gesto de fijar e imprimir en la piedra y en el barro es altamente simbólico y poderoso. Constituye una manera de reclamar y recuperar la memoria y el espíritu de los pueblos originarios y de las personas que viven en esos lugares. Para proponer un modo de transitar el tiempo y el mundo con más conexión y cuidado.
Cuando llegamos a la tierra,
descendemos como pájaros,
que se posan silenciosamente,
y un día partimos de viaje al cielo,
sin dejar marcas.
Es difícil encontrar dos ladrillos iguales y en ello reside en parte su belleza. En trabajos anteriores, Florencia los ha utilizado para grabar motivos figurativos que representan procedimientos cotidianos: los caballos, los cultivos, las casas, el sol y la luna. Este gesto de fijar e imprimir en la piedra y en el barro es altamente simbólico y poderoso. Constituye una manera de reclamar y recuperar la memoria y el espíritu de los pueblos originarios y de las personas que viven en esos lugares. Para proponer un modo de transitar el tiempo y el mundo con más conexión y cuidado.
Cuando llegamos a la tierra,
descendemos como pájaros,
que se posan silenciosamente,
y un día partimos de viaje al cielo,
sin dejar marcas.
Texto: Rosa Lleó.